este cuento surgió de una noche, de una conversaciión con Carmen y Juanje y quiero compartirlo con vosotros/as
FELIZ NAVIDAD Y EL DESEO DE UN 2012 PROPICIO PARA TODOS LOS CORAZONES
Había una vez un pequeño abrelatas que se crió al lado de un
potente martillo. Seguramente el martillo tampoco era tan potente como lo veía
el pequeño abrelatas. Pero Abrelatas quería ser martillo y dedicó mucha energía a
entrenar el porte de martillo, el paso de martillo, el golpe de martillo,… ¡Incluso
llegó a pensar como un martillo! ¡y creerse a sí mismo como un martillo!.
Abrelatas no tenía duda: ¡era todo un martillo gracias a su tesón!. Y, no aceptaba a ningún
abrelatas en su entorno. Se relacionaba con martillos y pensaba que podía a
llegar a ser un ejemplo de martillo. ¡Un modelo de martillo!
Pero un día Abrelatas se dio cuenta de que no jugaba ni reía
con facilidad y tomó conciencia de que ser un gran y ejemplar martillo
implicaba ser grave y estar siempre alerta para actuar rápida y eficazmente.
Abrelatas comenzó a aceptar la idea de que ser un buen
martillo le estaba quitando alegría y decidió conformarse con ser un martillo
vulgar, menos perfecto. Desde ese día se observaba más relajado. No se contenía
tanto porque un martillo medio puede tener momentos de debilidad y descanso.
Un día Abrelatas se relajó tanto que se sintió alegre sin
motivo especial y empezó a mirar algunas cualidades suyas que no eran
exactamente de martillo.
Abrelatas consideró que ser otra herramienta distinta de
martillo tenía aspectos atractivos y que podía estar tranquilo, feliz y
descuidado cerca de otras herramientas sin sentirse incómodo.
No sabe cómo, pero Abrelatas hizo un gesto espontáneo y
abrió una lata. Fue un gesto tan natural y libre que no acertaba a explicar
cómo lo hizo pero le pareció una bella acción y, además, ayudó a una lata a
expresar su interior. ¡La ayudó a brirse
sin violencia ni urgencia!
Abrelatas ahora no quiere ser martillo. Entiende que es muy
cansado estar siempre en guardia y dispuesto para la acción.
Romper latas a golpes es muy trabajoso y casi siempre hace
daño. Abrelatas ahora no se esfuerza por ser martillo pero lo ha hecho tantas
veces que se le ha quedado cierto hábito de martillo. Cuando Abrelatas se
relaja y confía en sí mismo más allá de lo que piensa como martillo, se
maravilla al comprobar que abriendo latas experimenta una gran fascinación cuando
ve el interior y, además, ¡ayuda a las
latas a mostrar una gran luminosidad!.
Abrelatas empieza a considerar que en el fondo, aunque no
parezca, incluso los martillos más fuertes y seguros no son más que latas con
una chapa más gorda que otras latas.
Esta historia no tiene final porque Abrelatas está en
proceso y no sabe hasta dónde llegará en su aceptación de sí mismo y en el uso
de su verdadera naturaleza. Sólo sabe que ser un buen abrelatas es maravilloso
y ahora tiene que aprender a usar sus cualidades y aprovechar su arduo
entrenamiento para cumplir con un compromiso más profundo de lo que puede y
quiere reconocer.
Esta historia terminará cuando Abrelatas regrese a La Fundición y sea forjado de nuevo en otra
herramienta.