viernes, 30 de diciembre de 2011

El abrelatas que quería ser martillo.


este cuento surgió de una noche, de una conversaciión con Carmen y Juanje y quiero compartirlo con vosotros/as
FELIZ NAVIDAD Y EL DESEO DE UN 2012 PROPICIO PARA TODOS LOS CORAZONES
Había una vez un pequeño abrelatas que se crió al lado de un potente martillo. Seguramente el martillo tampoco era tan potente como lo veía el pequeño abrelatas. Pero Abrelatas quería ser martillo y dedicó mucha energía a entrenar el porte de martillo, el paso de martillo, el golpe de martillo,… ¡Incluso llegó a pensar como un martillo! ¡y creerse a sí mismo como un martillo!.
Abrelatas no tenía duda: ¡era todo un martillo gracias a su tesón!. Y, no aceptaba a ningún abrelatas en su entorno. Se relacionaba con martillos y pensaba que podía a llegar a ser un ejemplo de martillo. ¡Un modelo de martillo!
Pero un día Abrelatas se dio cuenta de que no jugaba ni reía con facilidad y tomó conciencia de que ser un gran y ejemplar martillo implicaba ser grave y estar siempre alerta para actuar rápida y eficazmente.
Abrelatas comenzó a aceptar la idea de que ser un buen martillo le estaba quitando alegría y decidió conformarse con ser un martillo vulgar, menos perfecto. Desde ese día se observaba más relajado. No se contenía tanto porque un martillo medio puede tener momentos de debilidad y descanso.
Un día Abrelatas se relajó tanto que se sintió alegre sin motivo especial y empezó a mirar algunas cualidades suyas que no eran exactamente de martillo.
Abrelatas consideró que ser otra herramienta distinta de martillo tenía aspectos atractivos y que podía estar tranquilo, feliz y descuidado cerca de otras herramientas sin sentirse incómodo.
No sabe cómo, pero Abrelatas hizo un gesto espontáneo y abrió una lata. Fue un gesto tan natural y libre que no acertaba a explicar cómo lo hizo pero le pareció una bella acción y, además, ayudó a una lata a expresar su interior. ¡La ayudó a brirse sin violencia ni urgencia!
Abrelatas ahora no quiere ser martillo. Entiende que es muy cansado estar siempre en guardia y dispuesto para la acción.
Romper latas a golpes es muy trabajoso y casi siempre hace daño. Abrelatas ahora no se esfuerza por ser martillo pero lo ha hecho tantas veces que se le ha quedado cierto hábito de martillo. Cuando Abrelatas se relaja y confía en sí mismo más allá de lo que piensa como martillo, se maravilla al comprobar que abriendo latas experimenta una gran fascinación cuando ve el interior  y, además, ¡ayuda a las latas a mostrar una gran luminosidad!.
Abrelatas empieza a considerar que en el fondo, aunque no parezca, incluso los martillos más fuertes y seguros no son más que latas con una chapa más gorda que otras latas.
Esta historia no tiene final porque Abrelatas está en proceso y no sabe hasta dónde llegará en su aceptación de sí mismo y en el uso de su verdadera naturaleza. Sólo sabe que ser un buen abrelatas es maravilloso y ahora tiene que aprender a usar sus cualidades y aprovechar su arduo entrenamiento para cumplir con un compromiso más profundo de lo que puede y quiere reconocer.
Esta historia terminará cuando Abrelatas regrese a La  Fundición y sea forjado de nuevo en otra herramienta.